Sentir jamás te quitará fuerza. Te devolverá tu humanidad.

Durante mucho tiempo, a los hombres se les dijo que ser fuerte era resistir.

Aguantar en silencio.

Tragar lágrimas.

Callar el miedo.

Esconder la tristeza.

Y quizás, si eres hombre, esto te resuene en el pecho.

Esa idea antigua dejó heridas invisibles,

porque todo lo que se calla, se acumula.

Y todo lo que se acumula…

termina pidiendo salida.

Ansiedad. Insomnio. Soledad disfrazada de éxito.

Un cuerpo que grita lo que el alma calló.

Sentir jamás será debilidad.

En realidad, permitírtelo te regresa a la vida.

Es volver a habitarte.

Es darte permiso de existir completo, sin fragmentos.

La verdadera fortaleza nunca se construye con armaduras,

sino con la honestidad de mirar lo que duele…

y elegir sanar desde ahí.

Reconocer lo que sientes amplifica tu poder.

Te orienta.

Te da sentido.

Te entrega la brújula para empezar a reconstruirte… desde la verdad.

Con ternura y profundidad,

Nilda.